El dadaísmo fue el sueño de nuestra propia ilusión. Habíamos visto los últimos resultados insensatos del orden social reinante y habíamos prorrumpido en carcajadas. Pero todavía no advertíamos que sobre ese sin sentido se basaba todo un sistema.
La Revolución que se avecinaba nos hizo conscientes de ese sistema. Ya no existían motivos para reír; había problemas más importantes que el problema del arte; y si el arte todavía podía tener un sentido, debía encontrarlo a partir de estos problemas. Estos problemas le son conocidos. Son los problemas del futuro, la humanidad futura, los problemas de la lucha de clases.
Ya no odio sin distingos a los hombres; odio a vuestras malas instituciones y a sus defensores. Si tengo una esperanza, ella consiste en ver desaparecer esas instituciones y la clase de hombres que las protege. Mi trabajo se enlaza con esa esperanza. Millones de hombres la comparten: ¡y no son evidentemente los aficionados al arte, ni los mecenas, ni los marchands! Mi trabajo no se puede denominar "artístico" si no se comparte mi convicción personal de que el futuro pertenece a la clase de los trabajadores.
George Grosz (1893-1959), de El arte y la sociedad
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