La víctima, como negatividad, desde el sufrimiento de la corporalidad en cuanto no tiene posibilidad de afirmar o desarrollar la propia vida humana, en último término de la comunidad, de la humanidad, es alentada, movida, movilizada por su Voluntad-de-Vida, como momento activo, como actualización de un hiperpoder (hiperpotentia) como miembro singular de la comunidad, y en tanto responsable por la vida de los Otros. Es decir, se le impone como exigencia el defender la vida de los demás, y en ello va su propia vida y su posible crecimiento, lo que puede denominarse como una “conciencia político-normativa” (el “Super-yo” como Super-yo-colectivo” que impele a la lucha por el mandato de imperativos comunitarios).
El imperativo se sitúa antes del posible resultado de la acción, quizá a riesgo aún de su propia vida, como efecto de una situación de lucha, por haber sido excluido de los acuerdos que por ello mismo no favorecen a la víctima, ni a la vida de toda la comunidad oprimida. El deber-ser es simultáneo al ser (y si hubiera que hablar de prioridad, sería el “ser” sufriente el que mueve y funda la exigencia del “deber ser” del imperativo como resultado de la responsabilidad del agente, oprimido, explotado y doliente, responsable por el Otro, y de sí mismo con el Otro del otro, por la comunidad de los Otros sufrientes, como el momento esencial de la subjetividad normativa política (que subsume a la subjetividad meramente ética).
Si el imperativo se enuncia: “¡Sé tú mismo en el cumplimiento de la responsabilidad por la plena realización del Otro!”, o, lo que es lo mismo: “¡Ama al Otro, al prójimo, que es el tú-mismo!”. Es decir, este amor (este “deseo metafísico” levinasiano), esta responsabilidad a priori, expresa la esencia última de la subjetividad política auténtica. Porque somos cuando los otros son; porque les debemos la vida (a los padres, a la comunidad), la lengua, los valores culturales, los instrumentos de la sobrevivencia. Somos macehuales (concepto náhuatl-azteca): “deudores”, que hemos recibido la vida gratuitamente (como expresan los racionales mitos tupi-guaraní en el Paraguay y en el Brasil profundo). Por todo ello, es “dando gratuitamente” al Otro, a la comunidad, el único modo de pagar la deuda.
Enrique Dussel
http://www.enriquedussel.org/txt/II-CAP-4-32.pdf
9.6.09
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario