28.4.09

Una función política

"Se cree que la poesía -acompañada de música o no; música ella misma- se originó como un deseo de comunicarse con lo divino. Se quería estar en contacto con otra realidad. Es verdad que el sentido de lo divino, la necesidad de unión con lo sagrado, en su sentido originario, parecería no estar tan presente hoy en día en la vida de los individuos ni de la comunidad como tal. Sin embargo, es posible que la poesía y otras formas del arte sean uno de los pocos reductos que todavía desempeñan esa función primordial: unir al ser humano con un sentido trascendente de la vida, del universo, de su propio estar en el mundo.

En las cuevas de Altamira, los primitivos dibujaban aquello que luego iban a hacer, como un modo de convocar el futuro para que éste se cumpliera favorablemente. Muchos poetas continúan reconociéndole al poema esa función convocatoria: un canto o parlamento –en su acepción teatral-- capaz de conjurar otros mundos posibles, otras realidades y otras instancias del ser.

Mucho se ha insistido en que la poesía política o social no logra, por sí misma, alterar las durezas de la realidad que denuncia. Pero tal vez, si pensáramos en que el propósito no es alterar como lo podría hacer un tratado diplomático o un arma de fuego, sino convocar la materialización de un deseo, como prefiguración de un mundo esperable e imaginariamente realizado, quizás podríamos decir que la poesía sigue cumpliendo esa misma función performática que cumplía en tiempos primitivos. Una función política en tanto religiosa.

Pienso asimismo que habría muchas maneras de responder la pregunta por el sentido de la poesía en nuestra época, y en cuántas de ellas serían igualmente válidas. Una de las respuestas más lúcidas a esta pregunta la ha dado quizás indirectamente Muriel Rukeyser en su magnífico ensayo The Life of Poetry. En esas páginas, al analizar el miedo –la fobia, diría más bien—que la poesía produce en algunas personas, Rukeyser interpreta que ese miedo deriva del poder de la poesía para conectarnos con nuestros propios sentimientos. Claro que no faltarán aquellos que –a un lado y otro del mapa poético universal— quieran ridiculizar esta concepción de la experiencia poética, siendo para ellos la mera palabra “sentimientos” un detestable resabio del cual habría que depurar no sólo la poesía sino la creación artística en general, y en lo posible a la vida toda.

Creo, en cambio, que no transitaremos lúcidamente estos principios del siglo XXI sin estar persuadidos de que no hay sentimiento ni reacción emocional alguna en los que no confluya y en los que no se encuentre comprometida la compleja totalidad del ser humano: desde su historia personal, su educación y su horizonte intelectual, hasta la composición química y la fisiología de su cerebro en un determinado momento. Así entendido el término, se hace evidente que lo que esta propuesta sostiene es el poder de la poesía como elemento desalienador del ser humano, en una época en que éste se encuentra presa de un creciente número de medios y circunstancias –desde el trabajo hasta el entretenimiento-- que no buscan más que su enajenación.

En este sentido, pienso que el ensayo de Rukeyser –publicado ya en los años 40-prefigura una concepción de la poesía como instrumento desalienador –y en cuanto tal, desenmascarador de las estructuras de poder vigentes-- que más tarde desarrollarían –a través de una práctica ensayística y poética mucho más radicalizada—los sectores más experimentales de la poesía norteamericana."

Mercedes Roffé
Fragmentos de su ensayo "Sentido de la poesía"
http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/es/Diario/05_04_02_09.html

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