Iba la felicidad
a cuatro remos volando
en el cielo del río
hacia el fondo de la tarde.
La felicidad buscaba
el secreto de la tarde,
y no podía encontrarlo,
pues su misterio huía
cada vez más, de tan diáfano.
...Y no podía encontrarlo.
Pero cantó, y el sensible
cristal íntimo se hirió:
el canto había encontrado
el secreto de la tarde.
A cuatro remos venía
la felicidad aleteando
desde el fondo de la tarde.
Un largo rosa espectral
era el cielo del río.
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